«El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente», frase de uso común, sin embargo jamas reparé en quién la dijo, buscando un poco, aparentemente, la habría dicho un historiador de título Lord Acton, cuyo verdadero nombre es John Emerich Edward Dalkberg Acton. Pensé que sería algún 9 de la selección brasilera que ante la longitud del nombre y la dificultad que traería a los relatores, decidieron nombrarlo Lord Acton, pero no, este buen hombre sería un señor británico del s. XIX. Relevante?, para nada.
Pero sí es relevante la frase; creo firmemente que está en la naturaleza humana ceder y cambiar ante la adquisición de un poquito de poder, nos seduce, seguramente más que cualquier otro incentivo o placer. Este poder no tiene por que ser absoluto, nos alcanza con uno pequeño para cambiar nuestros hábitos e inclusive valores.
No soy de la idea de ejemplificar, me parece mas importante la regla que el ejemplo, pero falta solo mirar a nuestros políticos latinoamericanos, a nuestros jefes, a nuestros médicos y su accionar, para darnos cuenta que hay una relación directa entre poder y comportamiento.
Escribo estas líneas para buscar la expiación de mis actos, dado que en los últimos meses me he visto tentado y he hecho usufructo de este poder sobre otro ser. Este poder es limitado, mínimo, pero aun así embriagante. Recientemente he tenido la posibilidad de formar y seguramente enseñar (o al menos eso se espera de mí) a otro, y ahora me doy cuenta que esa enseñanza se convirtió en servidumbre. En vez de un compañero, crié un siervo (no animal, sino figurado).
Inicialmente, tuve resistencia de su parte, la rebeldía necesaria y requerida por la juventud, esas miradas de «no voy a hacer esto» o «hacelo vos»; sin embargo, con el tiempo y constancia, ese espíritu se fue doblegando, porqué no, quebrando. Actualmente, es vení y viene, andá y va, trame esto y lo trae, he logrado inclusive imponerle los horarios en el cual almuerzo…si, soy un bastardo, pero facilita mucho los tiempos el coordinar los almuerzos.
En esta última oración está la explicación de cómo el poder nos va corrompiendo; al principio, la justificación descansaba en que facilitaba los tiempos o era mas eficiente, sin embargo, actualmente, ejerzo mi poder solo por el placer de ver hasta donde llega ese dominio, en que punto va a rebelarse o hasta donde puedo doblegarlo.
Jorge Luis, así se llama, esta ahora al lado mio, mirándome fijo, esperando la orden o el llamado que le de sentido a sus horas. Mientras escribo lo miro y hago alguna mueca como que voy a hablar y el ya se pone atento, pronto para salir corriendo, yo por dentro me río, por fuera parezco estoico. Me apiado o mantengo este silencio?…vamos a darle un hueso al pobre.
Imperativamente suelto – «Jorge Luis, sit». Jorge Luis acata. Le doy unas caricias y ya queda chocho. Yo, por dentro río, por fuera estoico.