Hoy desperté con la noticia de que un hombre de 70 años, con demencia senil, de un barrio como el tuyo o el mío, fue muerto a golpes por la seguridad de un supermercado y el corazón se me hizo un bollito, se me estrujó en el pecho.
No se sinceramente a que adjudicar el nivel de violencia que tenemos, esta sensación de apretar los dientes, de desgarrar sin mirar el sentido. Sospecho que todos nos sentimos presos, presos en este cuerpo, en estas normas – no busco justificar – pero tiene que haber un motivo por el cual estamos perdiendo decencia y empatía a pasos agigantados.
Inevitablemente me pregunto lo que todos preguntamos, cómo podemos cambiar o saber si siquiera es posible. Me gustaría tener una respuesta esperanzadora, pero me cuesta encontrarla.
Aristóteles dijo alguna vez que “la esperanza es el sueño del hombre despierto”…cuán dormido estamos?, zombis caminantes mugiendo insultos, ovejas imberbes desfilando hacia el matadero de nuestra propia existencia y seguimos, y seguimos y seguimos.
Mi otro yo trata de decirme que hay millones de héroes anónimos, gente de a pie que hace la diferencia todos los días, mi otro yo tiene razón, y lo escucho, y lo entiendo, pero también me enternece su inocencia, nosotros, los que distamos enormemente de ser héroes, que lamentablemente no somos pocos, no logramos vislumbrar a estos héroes, al contrario, nos vemos expuesto a través de los medios a los villanos que nos roban el estar despiertos, despiertos de verdad.
Y le volvemos la espalda al mundo, al mundo real, para dejarnos adormecer por el entretenimiento y el ocio, y la indiferencia y la apatía. No me encuentro exento de esto, al contrario, soy un claro ejemplo de esto, película pochoclera, qué famoso sale con qué otro famoso, cuál será el próximo pase del cuadro de fútbol de la tercera de Arabia… y el mundo muere, y yo muero, sin libertad, calladito, con mis alas, y las tuyas, rodeando nuestros ya esqueléticas almas, almas famélicas por ausencia de vida.
En mi cabeza se arremolinan voces para gritar a mi consiente que puedo cambiar, escucho a todos aquellos de los cuales siento orgullo susurrarme que el cambio está ahí, ahí cerquita, que es un paso, que lo de, que el cambio es cambiar por cambiar, ayudar por ayudar, y siento esa ansiedad y vértigo y también convencimiento de que es posible, quiero despertar, despertar esperanzadoramente – ahora el señor de la radio me dice que lavar los platos alarga la vida y siento bronca – y me siento solo, me pregunto si solo mi corazón comienza achicarse y proyecto en ustedes mi malestar.
Es inminente un cambio, ojala esté a tiempo – mientras el Amazonas escupe fuego – ojala lo estemos, creo que nos lo debemos, merecemos ser felices, y no esa felicidad mediocre de momentos absurdos acumulados – no somos nuestra billetera, no somos nuestros caquis…gracias Sr. Durden – hablo de ser libres, de elegir con los ojos abiertos y en esa libertad liberar a quien podamos.
Ayer leí, por casualidad – si es que existen – que la palabra héroe tiene como origen “hombre”, capaz es momento de ser simplemente eso, hombres.