Hace algunos años, siendo más chico y sin dudas más impresionable, me encontré en esas mesas redondas entre hombres de corbatas y gestos adustos – lamentablemente algunos de estos gestos aún siguen pegados a mí – hablando de eficiencia y productividad y…se entiende la idea. A esta reunión cae un señor, grande, creo recordar en el entorno de los 60, algo desalineado, con un tono de voz jocosa y sin mucha agenda. El contraste era perceptible, y como dije, yo era más impresionable. Este señor recomendó dos autores, por un lado, Andrew Roberts y por otro lado, Robert Greene. Sobre este último hizo hincapié en su libro: Las 48 leyes del poder. Al salir a la calle y ganar ese espacio libre que llamamos vida, mi primera búsqueda fue de estos libros. Al primero que tuve acceso fue al de Greene. Este evento sucedió hace aproximadamente 15 años. 15 años después sigo diciendo que es uno de los libros que más tengo presente.
Las leyes de la naturaleza humana, su último libro, tiene una estructura similar a sus libros precedentes. Esta estructura consta de dos momentos: un evento histórico, a veces literario, donde expone un ejemplo que posteriormente desarrolla y del cual proyecta ciertas conclusiones. El autor, a mi entender de forma inteligente, rebusca en la historia y nos acerca personajes que nos resulta familiares para lograr exponer su visión sobre aquel, proyectando axiomas desde eventos singulares. Lo interesante de este acercamiento y una virtud del autor, es que se percibe la necesidad de plantear su análisis buscando una parcialidad u objetividad por momentos irritante.
Sobre esto último es importante hacer un párate. Cuando busqué referencias sobre las 48 leyes del Poder – lo mismo podría plantearse sobre Las leyes de la naturaleza humana – el libro era presentado como una reinversión de El Príncipe de Maquiavelo. Sospecho que esto tiene mucha cercanía con la realidad. El autor no desarrolla reglas morales o éticas, sino que expone herramientas – palabra fría pero que se sostiene para describir el libro – que el lector podrá o no sentirse atraído por su uso. Es inevitable, por momentos, sentir cierto rechazo a algunas de estas ideas, porque parece aducir el viejo precepto de que el fin justifica los medios. Sin embargo, no lo entiendo así, el libro ensaya y expone la naturaleza del ser humano en todas sus aristas, aquellas que son ponderables y aquellas que pueden ser cuestionables.
Ensayo histórico con tintes de autoayuda, capaz… encuentro difícil clasificar este libro. Sin embargo creo que la brillantez de obra, la metodicidad con la que abarca bajo una lupa sin concesiones la historia del ser humano, deja sin efecto la necesidad de encontrar en que anaquel guardar el libro. Entiendo que la obra de Greene, que es una obra titánica, debe ser leída, enfrentar su monstruosa construcción de vicisitudes humanas, de anhelos, obsesiones, pasiones y errores, no solo como una experiencia formacional, sino también una viaje interior hacia el juicio de nuestros preconceptos y nuestros límites.
Solo me resta convidarlos a leer a un autor que seguramente, les resultara por momentos molesto, en otros envidiable, pero seguramente, no indiferente.

Nació en Los Ángeles, California. Posee un posgrado en estudios clásicos. Trabajó como editor de revistas, traductor y articulista, y también se ha desempeñado como conferencista. Es autor de Las 48 leyes del poder, Las 33 estrategias de la guerra, El arte de la seducción, Maestría y La Ley 50 (coescrito con 50 Cent), obras que han alcanzado enormes cifras de venta y que se encuentran traducidas a varios idiomas.