Sospecho que leer clásicos es de uso corriente. Creo que todos en mayor o menor forma lo hacemos. Sin embargo, qué pasa cuando son clásicos de aquellos que llamamos clásicos. Es decir, Homero, Esopo, Virgilio, Eurípides, Horacio…y la lista podría continuar. Estos autores son la base y fuente de una gran parte de la literatura de la cual hoy nos maravillamos. Entiendo comprensible el miedo – por llamarle de alguna forma – de tomar estos libros, por la distancia temporal entre una cultura que hoy nos es distante, por su temática y referencias, por su voz lírica y sus formas métricas, o sus recursos retóricos, a veces, pueden sospecharse herméticos para el lector. Y está bien, seguramente, por momento, lo sea.
Recientemente leí las Sátiras, Epístolas y el Arte Poético de Homero y me encontré maravillado, pero para esto también tuve ayuda. ¿Qué quiero decir? Para poder leer este tipo de clásicos, entiendo necesario contar con una edición que colabore con el lector. Por ejemplo, la conocida biblioteca clásica de Gredos cuenta con una introducción maravillosa que sitúa al lector en la época y los acontecimientos. Adicionalmente, cuenta con recurrentes notas al pie que van contextualizando lo anterior – personas, personajes, mitos, momentos históricos – y esto dinamiza la lectura y la enriquece. No hay dudas que uno podría tomarse el trabajo de recurrir a otras fuentes, pero en mi caso, entiendo más inmediato el uso de las notas al pie en la edición de uso. En resumen, contar con una buena edición, puede hacer la diferencia entre embarcarse o no hacerlo.
Por otro lado, como lectores debemos, de cierta forma, dejar de mitificar a estos autores. Que no se malinterprete, son míticos; pero su temática es tan accesible como cualquier otro libro. Entiendo que el ejemplo más claro son las Sátiras de Horacio. Durante toda la obra veremos una tendencia moralizadora en el discurso, esta tendencia toma distintas formas, muchas veces la del sermón, el diálogo, el intercambio, la fábula o la anécdota. Pero su temática abarca desde la satisfacción sexual , la avaricia, la amistad, hasta un dios tirándose un pedo y espantando una bruja. Leíste bien.
Las Epístolas – género que los críticos entienden nacer con Horacio – son la búsqueda del autor sobre lo que entiende importante. En estas epístolas, el autor minimiza la dote humorística de las sátiras y se permite una mayor libertad reflexiva sobre la moral, la literatura, la amistad. Con un estilo más lacónico, pierde lo jovial de las sátiras, pero gana en profundidad.
Finalmente el Arte Poético de Horacio. Para aquellos interesados en escribir, este libro es una necesidad. Sin ir más lejos, es Horacio quien rubrica la idea de In Media Res en este libro. Es decir, comenzar el relato con la acción empezada. Este libro formó la guía literaria durante buena parte de los siglos posteriores, explayándose sobre las formas y la métrica que debe tener, las sátiras, el teatro, habla de la voz de los personajes, y del autor y de su deber. Este último es un libro interesantísimo para tenerlo presente a la hora de escribir, pero también de leer.
Leer a Horacio escribir sobre flatulencias y amigos pesados fue una sorpresa, debo admitir. Poder reírte con un autor tan distante, lejano, es admirable. Detenerse y compartir ciertas ideas – aunque no todas me convenzan – sobre la moralidad y el justo medio, entablar esa conexión entre lector y autor a través de los siglos, habla de una obra atemporal, eterna seguramente. Me creo un convencido de que leer este tipo de autores es fundamental para identificar indicios en el presente. El mundo fue mítico, y oral antes que escrito. Estos autores, nos acercaron los mitos que evidenciamos día a día, construyeron estas formas literarias y de arte que conservamos con recelo y alimentamos con cada lectura. Y entiendo que lo anterior tiene un dejo de solemnidad que es lo que lleva a muchas veces frenarnos a la hora de elegir este tipo de lecturas…pero déjenme asegurarles que animarse, que intentar leer a estos autores, es una experiencia de construcción lectora fantástica, amplia y disfrutable.

Horacio nació el 8 de diciembre del año 65 a.C. en Venusia (hoy Venosa Apulia, Italia).
Hijo de un esclavo liberto.
Cursó estudios de filosofía griega y poesía en la Academia. Fue tribuno militar nombrado por Marco Junio Bruto, uno de los asesinos de Julio César. Combatió en el ejército republicano que fue derrotado por Marco Antonio y Octavio en Filipos. Amnistiado regresó a Roma para dedicarse a escribir poesía.
Cuando el poeta Virgilio conoció sus poemas, hacia el año 38 a.C., le presentó a Cayo Mecenas, quién le introdujo en los círculos literarios y políticos de Roma, y en 33 a.C. le entregó una propiedad en las colinas de Sabina donde se retiró a escribir.
Fue autor de sátiras, épodos, odas y epístolas. En sus Sátiras trata sobre la ambición, la estupidez y la codicia. Los Épodos aparecieron también el 30 a.C., y critican los abusos sociales. Su poesía más importante se encuentra en las Odas, Libros I, II y III (23 a.C.), adaptadas de Anacreonte, Alceo y Safo. Predica la paz, el patriotismo, el amor, la amistad, el vino y la sencillez.
Hacia el año 20 a.C. Horacio publicó el Libro I de sus Epístolas, veinte cartas cortas en versos hexámetros en las que expone sus observaciones sobre la sociedad, la literatura y la filosofía con su lógica del «punto medio», a favor de doctrinas como el epicureísmo. A la muerte de Virgilio el año 19 a.C., le sucedió como poeta laureado.
Dos años más tarde escribió poesía lírica cuando Augusto le encargó el himno Carmen saeculare para los juegos seculares de Roma. Ars poetica da consejos técnicos a los poetas aspirantes.
Horacio falleció en Roma el 27 de noviembre del año 8 a.C