La mirada perversa de Edogawa Rampo

¿Alguna vez tuvieron esa encantadora sensación de estar haciendo algo mal?

Hirai Taro (1894-1965), o conocido por su pseudónimo Edogawa Rampo – nombre que elige porque coquetea fonéticamente con su admirado Edgar Allan Poe – es considerado el fundador del relato policial -detectivesco y más interesante aún, uno de los mayores exponentes del ero-guro nipón. Ero-guro es un movimiento artístico que trata aquellos temas tabú para la sociedad donde el erotismo y lo grotesco son los tópicos más recurrentes.

La mirada perversa es una selección de 6 relatos breves deliciosamente perversos donde desfilan elegantes una sucesión de parafilias morbosas y excitantes. Rampo es un lupa que magnifica las sensaciones, como ejemplo tomemos el relato El que pasea por el revés del techo puede parecer – y es – un relato detectivesco, la pasión por saciar la violencia y el voyerismo son la pulsión del relato. Sus relatos laten en una tensión permanente entre lo esperado y lo oculto en el interior de sus personajes, en la oscuridad. En Pulgarcito baila – un relato que dialoga íntimamente con Hop-Frog de Poe – el abuso impúdico, los personajes circenses, construyen un ambiente opresivo que termina desatando la demencia precipitada e implacable.

Todos los relatos están dotados de fetiches y obsesiones donde la pasión y la locura intiman de forma voraz y consumen a sus personajes y nosotros, como lectores frotamos la lengua contra el paladar buscando más y Rampo nos da más.

Borges dijo que la cópula y los espejos son abominables porque reproducen al hombre; en El infierno de los espejos esta idea es llevada a cabo con una solidez asombrosa, pero también destaca su construcción narrativa. Este relato narrado en primera persona pero rememorada en un círculo de personas contando “historias raras”, le proporciona una oralidad al relato que acerca al lector. Este recurso de dialogar con el lector es recurrente y pone al lector en el centro del mundo oscuro y perverso, como quien escucha a un amigo cercano contar aquello que no debe ser contado en voz alta.

Para finalizar, lo mejor. La oruga: un relato morboso, sexual, con un desarrollo sensorial apabullante donde el autor apaga y enciende las expectativas del lector con una picardía oscura y donde uno termina disfrutando con excitada culpa. Un relato tupido en significados pero siempre enraizado en tierras oscuras.

La mirada perversa es recordar que a veces, solo a veces, es importante sentirse asombrosamente bien contemplando el vértigo de la oscuridad.

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