Mi memoria es mala, un poco por dejadez otro por conveniencia, sin embargo las escenas que recuerdo se reproducen de forma vívida en las salas de proyección de mi mente: 8 de julio de 1990, cuando ve pasar la cámara, con una precisión de esgrimista modula en cámara lenta un pesado: “hijos de puta”, y yo estoy ahí mirándolo. Ese día también cumple años mi hermano menor, y recuerdo que mientras todos festejaban en la casa de mis abuelos, yo estoy al lado de una tele enorme -de esas con medio metro de profundidad de caja-, llorando por que lo veo llorar a él.
Para mi Maradona -no el Diego o pelusa, sino Maradona – es volver a ese momento preciso en el cual rebeldía y tristeza se entremezclan pero logran hipnotizar. El conjuro no se detuvo ahí, las paredes, las tapas de cuadernolas, los márgenes de las hojas se plagaron de “10” o de fotos o de caricaturas o de alguna canción de Los piojos, pero sobre todo, leía todo lo que podía sobre él.
Un mito plebeyo es el mejor libro que he leído sobre Diego Armando Maradona: punto. Antonio Gomez Villar recopila ensayos que permiten ver a la figura del mito desde una variedad de aristas y artistas y percepciones y profesiones y sentires y pasiones, con una profundidad teórica – sin caer en esnobismos – que terminan obteniendo un libro sobre Maradona, pero también un libro sobre el impacto social que su vida – y su muerte – tuvotienetendrá en la esfera pública.
Todo amor necesita un doblez. La cruz de Maradona – y no de Maradona, sino de quienes lo queremos- es que hay que justificar porqué lo amamos. De adolescente esa defensa es irracional, acalorada y separatista; después uno va creciendo y la garganta pica y se va apagando y el amor se ve reservado al mundo interno donde Maradona tira gambetas o sale con alguna respuesta-látigo que queda grabada para siempre. Un mito plebeyo conversa con este sentir y permite dialogar con el torbellino de emociones que despierta, no el jugador, sino el mito: social, político, género – hay un apartado escrito por militantes feministas que es de una brillantez asombrosa – y también niñez, recuerdo, memoria.
Podría seguir, podría decir que lloré leyendo el ensayo de Lilia Parisí o que me resulto deslumbrante el ensayo de Adriana Carrasco o que el prologó de Villar tiene frases indelebles, pero creo que todo se resume finalmente en algo que ya dije: Un mito plebeyo es el mejor libro que he leído sobre Diego Armando Maradona: punto.